I.
Perder, ganar, términos simples en los cuales podemos encontrar una conclusión lógica al problema moral del tiempo: han sido seis meses buenos, han sido seis meses malos, ninguna de esas dos podría ser la forma correcta de concluir un periodo de tiempo.
Mi hija cumple seis meses el día de hoy. Entiendo, con ello, que va a la mitad de su primer año, lo cual aclara el tiempo, pero no la experiencia.
El conocimiento es venerable en cualquiera de sus formas. Si algo he encontrado a lado de mi familia es la oportunidad de conocer (conocerme, conocerlas, conocer en general). No sólo por las prácticas del tarot hogareño, el I ching, las lecturas sobre ideologías prehispánicas, escandinavas, celtas, sino por la oportunidad de encontrar en la vida de familia otro tipo de mancia, otro tipo de estudio, otro tipo de ismo.
Me he alejado de mi escritura. Parece ser que eso pudiera ser lo que he perdido. Hace año y medio estaba estructurando un cuento acerca de seis indigentes que lo perdieron todo en nombre de la poesía. Éste grupo, al cual llamaría El Senario, se junta todas las noches, cerca de las 12, en las escalinatas del Auditorio Nacional a platicar sobre nada realmente, juegan al cubo con un dado que nadie recuerda cómo lo encontraron, fuman sin dejar que se apague el fuego (ya que se va a acabar un cigarrillo prenden otro con lo que queda de vida del primero). Aquí el destino, el absurdo, el poema como el territorio más imperfecto e insatisfactorio de todos, el problema del sentido (y sí: también el sentido del problema) serían los qués asediados, las interrogantes sin respuesta (pero con método). Bien.
Claudia y yo supimos que estábamos embarazados en septiembre del año pasado. Ella vivía en Guanajuato, yo en el DF, así que me fui con ella cuatro meses, de septiembre a diciembre, dejando trabajo y sobre todo, alejándome de esa zona de Polanco donde está el Auditorio y los mejores cafés de la ciudad (para el cuento me iba varias veces a la semana a recorrer la zona, imaginándome el itinerario de cada personaje). En enero llegamos al df, desde entonces vivimos en este departamento, concentrados primero en el embarazo, luego en nuestra familia.
El cuento todavía no lo escribo y tampoco he sacado muchas notas que digamos la respecto, sin embargo, dejar de haber escrito ese cuento durante año y medio no significa haberme alejado de él, en apariencia sí, pero la peor fórmula es la de la apariencia: esos personajes siguen aquí, más concretos que nunca, la primer línea del cuento ya la tengo, cosa con la que nunca me sentí conforme el año pasado, también tengo otro tipo de ideas que lo pueden hacer más preciso, mejor delineado.
Y creo que eso es saber mirar. Con mi familia he aprendido a mirar, lo más fácil sería senitrme frustrado por no haber escrito como quisiera, pero en realidad no escribir con la frecuencia de antes no significa que me haya distanciado del universo de la literatura. Tal vez la gran enseñanza aquí es entender que no existen paralelismos entre lo literario y la vida diaria, que no existe forma de separarlos, que lo literario no puede ser que sólo esté en el papel (por ahí recuerdo algo así como “Oh Maga, enseñame a mirar como lo haces tú”, hey, no es tan difícil, sólo hay que salirse un poquito y aprovechar el impulso que te hace regresar… o algo así, no creo en las fórmulas como consejos).
Y nada de creer que me la paso viviendo como en un poema, viendo todo hermoso y profundo, en la vida diaria tengo discusiones con Claudia, dudas con respecto a tantos aspectos de mi hija, deseos que aún no puedo concretar, deudas que a veces se juntan y a veces no, en fin, todo aquello que también es la vida en familia pero que no tiene por qué ser una limitante, una motivación para distanciarme de mis más acostumbrados placeres como la literatura, es más, detrás de cualquier regreso a casa por las rutas de siempre, entre el tráfico de las 4 de la tarde y los conductores que no dan el paso a los peatones y la gente de las micros que no cede el lugar a nadie, está el otro extremo del puente, está una puerta posible que, entendiendo que existe, me permite transgredir la frontera, pasarme al otro lado, en pocas palabras: no agarrarme de las circunstancias presentes para estar mal (aunque a veces me falle y llegue exhausto del ruido de la ciudad y la pesadez del transporte, en el fondo no puedo hacerme tonto, la sonrisa de Sofía o la caricia de Claudia me hacen comprender que siempre hay otra forma de entender las cosas).
Y así es con la poesía, la literatura, no son instancias tan lejanas (léase: cultas) ya que surgen o residen en la propia realidad, la inmanente, la inmediata, la emergente. Y leer o escribir es estar en otro lado aquí mismo, diciendo lo que sucede aquí y ahora, tal vez con otras palabras u otros fines pero a fin de cuentas realidad.
II.
Y todo ello tiene que ver con ser papá porque he aprendido (reconocido) que el potencial del hombre da para ser escritor, alumno, oficinista, padre, amante, nostálgico, hijo, soñador. Soy fotógrafo aunque lleve mucho tiempo sin usar la cámara. Soy escritor aunque hace mucho no hago un buen poema y llevo más de un año sin escribir narrativa (aunque todo este año la escritura en varios blogs me ha mantenido con los dedos ocupados sobre el teclado). Y tal vez no asista a encuentros literarios ni busque becas para seguir escribiendo, alguna vez he publicado sin obsesionarme por seguir haciéndolo en aras de un reconocimiento efímero (estoy por preparar textos para tocar puertas en revistas pero básicamente es porque unos centavos más no me caerían mal) y no por ello dejo de ser escritor (ya lo preguntó hace poco un amigo en una carta “¿es realmente un oficio?”) en fin, lo que quiero decir es que la experiencia de ser padre me ha obligado a mirar de otro modo, evitando lo convencional ya que las crisis por las que hemos pasado Claudia, Sofía y yo no demuestran un mal noviazgo o una mala paternidad compartida, sólo son momentos que llegan para que cambiemos, para ser creativos, inteligentes, oportunidades que sólo nosotros podemos tomar para estar mejor (o para estancarnos y afirmar que la vida en pareja es un asco, que tener un hijo es lo más difícil, que el que está mal es el otro, etc.).
Creo que amar es la experiencia más absoluta de todas, todos los opuestos confluyen en el amor. El amor es ese tercer ojo con el cual sabemos observar que la vida está más allá de lo bueno o malo, lo victimista o victimario, lo abundante o escaso.
Sofía va pasando por distintas etapas, distintas necesidades, cada vez va siendo más una personita independiente, receptora de la madurez (creciente, a veces a un ritmo lento, a veces lo contrario) de sus padres. Qué bonita sonrisa tienes, qué lindos ojos que cada que me ven, me dan la mejor filosofía. Créeme, mi niña, que soy tu alumno aplicado, gracias por tus enseñanzas que desde la pancita de mami nos das. Eres genial, bebé, manzana, popeye, viejita. Te quiero tanto cuando me ves y sonríes, diciéndomelo todo sin necesidad del lenguaje, cultivando en mí la mejor cultura: la del reino milenario que cuidas bajo tus sueños en cada siesta. Sigue llorando lo que necesites que nosotros estaremos aquí para entenderte. Feliz cumplemes.
-AlbEs-
Hace 12 años.