Creo que hay padres que no están lo suficientemente concientes de que un bebé es una persona pequeña, y como tal, tiene su propia individualidad. Mi hija me enseña cosas, me enseña a mirar, a redefinirme constantemente. Me enseña a no tener rencores, a investigar, a sonreir. Y me ha enseñado que, a sus 14 meses, tiene ya una personalidad, con sus propios gustos y molestias, con sus diversiones favoritas y las que nomás no le interesan, a pesar de que estas últimas sean las que hayan costado dinero. Ella, lo que prefiere hoy en día, son objetos pequeños que quepan en el garrafón vacío del agua, prefiere botellas pequeñas que hagan ruido, pelotitas de goma que sacamos de las máquinas de $1. Y le gusta comer, ah cómo le encanta comer, y todo lo aprovecha su organismo, está tan flaquita, pero es glotona, todo se come, sin cuestionar, además de que le fascina convidarnos, también ella nos da de lo suyo en la boca, no estira su manita con un pedazo, genralmente ya ensalibado, de pan o pescado. Y sí, empieza a ser chocoholic.
Quiero decir que estoy enamorado de esta persona pequeña.
Aunque ya me saque de quicio (no mucho, he de decirlo) con algunos "berrinches", la verdad es que todavía no entra en ese lenguaje de protestar por "rebeldía", cuando protesta es porque no tiene otra forma de decirlo, entonces hace algún berrinche, pone su cara de enojada aunque al siguiente segundo sonría. Cómo sonríe esta niña. Cómo es libre esta niña.
Ya intenta correr, ya hace travesuras explícitamente, ya tiene sus buenas anécdotas como ayer que jugó con el único juego de llaves de la casa que tenemos y lo dejó en el sofá y éstas se "hundieron" (escurrieron sería mejor verbo) por el único hoyo que tiene y fueron a dar hasta el forro de la base, esa tela que recubre la base de los sillones. No nos dimos cuenta y entonces las buscamos por horas, hasta que la-Claudia-smart empujó el sofá queriendo buscarlas por debajo y las escuchó como a lo lejos pero cerca, claro, estaban adentro del sofá, lugar impensable, sólo posible en la vida de los bebés.
Ya come de todo, es adicta al pescado.
Dialoga mucho, ella misma sabe que ya puede decir palabras porque cuando necesita algo y no le estamos haciendo caso, grita "mamá!" o "papá!", claro que cuando le pedimos que nos diga así no lo hace, y en general no articula palabras, mas que en los momentos de necesidad, que son pocos, seguramente se tardará más en hablar.
Y es aquí donde me entra la terrible imagen de unos padres que, en la misma situación, se preocupan porque su bebé no habla cuando "ya debería" según los parámetros pediátricos, y entonces lo llevan con algún terapeuta del lenguaje o especialistas así de prescindibles, cuando lo que sucede es que no se interesan (no porque no quieran sino porque no pueden) en lo que su hijo les comunica, no lo "leen", y yo que creo que, entre humanos, siempre nos estamos comunicando mensajes más allá de las palabras, y más allá de la edad, saber "leernos" atentamente los unos a los otros no es fácil, me parece que es una de esas grandes virtudes deseables y alcanzables.
Por eso me enamoro de mi hija, no por ser mi mejor escritura, mi máxima creación, todo lo contrario, es mi mejor libro, es la persona de la que más aprendo. Y es mi bebé porque tenemos ese vínculo padre-hija, pero ella es Sara, ella es ella, no mía, como su papá me gusta visualizarla cómo va creciendo libre y con cierta autonomía cada vez mayor, sin muchos "NO!" mas que los necesarios, porque creo que es una etapa donde es crucial no detenerle su sed de investigación, claro que si se trata de investigar metiendo los dedos en el enchufe eléctrico, pues ahí sí se recurren a los NO, pero en general puede investigar a sus anchas, con sus responsabilidades correspondientes, y su hermosa obediencia ya que no se mete donde le pedimos que no se meta: ella sabe que puede desordenar mis discos, pero respeta los botes de basura, la alacena donde están los trastes (que está a nivel del suelo, solo es cosa de abrir una puerta, ella se acerca pero no la abre), en fin.
Qué maravillosas mujeres viven conmigo.
Me enamoro de ellas, sin algún ardid intelectual de por medio, sin imagen de por medio, sin ego de por medio.
Me enamoro de ellas porque puedo ser un mejor hombre a su lado.
Formamos un triángulo exquisito, una trinidad de Hija-Madre-Padre, y ese espíritu santo que anda por ahí que es nuestra perrita que lleva varios meses de muerta. Otra gran femeninia, por cierto...
Si esto es ser mujeriego, creo que lo soy inevitablemente.
Acá abajo unas fotos de Sara Sofía del sábado pasado, tomadas por Aizha Yolitzma, una vieja amiga de la secundaria que, junto con otros amigos, volví a ver el fin de semana pasado, personas maravillosas todas, genios en verdad.
-AlbEs-
Hace 12 años.