Todo esto lo digo porque tuvimos que tomar, ya con más de 40 semanas de embarazo, una decisión, si no difícil, sí de mucho análisis.
Durante el embarazo vimos cuatro ginecólogos distintos. Primero en Guanajuato una que está en el Centro Médico La Presa, obviamente a unos pasos de la Presa de la Olla. Luego, ya instalados en el DF, provisionalmente vimos a otra que odia los partos en el agua y que es harto convencional, por lo tanto no estuvimos a gusto así que Clau investigó y dio con la A.N.I.P.P. (Asociación Nacional de Instructoras de PsicoProfilaxis (o algo así)) y ahí nos recomendaron una instructora que a su vez nos recomendó a una ginecóloga que, a diferencia de las anteriores doctoras, sí había atendido partos en agua y no era tan prejuiciosa, por lo que nos quedamos con ella desde marzo.
Todo iba excelente con ella, disfrutábamos las consultas y no había queja alguna, hasta que llegó la hora de revisar la frecuencia cardiaca de nuestra hija, esto con el fin de ver cómo podría reaccionar al momento de las contracciones ya que en una contracción el bebé se queda sin oxígeno, así que el chiste es dotarlo de energía y oxígeno para que, al instante de una contracción, él tenga reservas para poder hacer su parte que es acomodarse y dejarse empujar por mamá. Bueno, pues en dos registros (Registro Tococardiográfico se llama) nos salió que Sara Sofía no respondía ante los estímulos que los que estaban haciendo el estudio le hacían, como moverle la panza, así que nuestra ginecóloga desconfió y, para no arriesgarse, sugirió cesárea para el sábado (tres días antes de que naciera (hubiera sido 30 de abril, fecha de curiosa)). El riesgo era que nuestra hija no tuviera reservas para reaccionar como se debe al momento de las contracciones, que le faltara oxígeno y que hubiera que hacer cesárea de emergencia. Eso estaba bien en base a la experiencia de nuestra doctora, quien habló con conocimiento de causa y con mucha seguridad del enorme riesgo que sería si intentábamos parto natural, las evidencias de los registros para ella eran contundentes, sin embargo llegando a casa en algo no estábamos del todo convencidos, algo entre intuición y análisis nos hizo decidir otra cosa.
Nuestra instructora nos dio el teléfono de otro ginecólogo quien nos explicó que para hacer un registro así la mamá tiene que estar en una posición cómoda, con poca luz, con confianza y relajada, factores que no se dieron en la toma de éstos otros registros en los que Claudia estuvo incómoda, con un montón de luz, y por ende nuestra hija no quiso saber nada de cooperar si percibía toda la incomodidad de Claudia, así que cancelamos la cesárea y el domingo vimos al doctor que, a la postre, terminó siendo el efectivo (ja, dos días después). Éste otro registro se dio con música, luz apagada, Claudia a punto de quedarse dormida de tan relajada, y con todo el tiempo del mundo, obviamente nuestra hija al percibir todo eso se puso a nadar y a demostrar que tenía una respiración bastante normal.
Al siguiente día fuimos a otra revisión y en la noche ya nos estábamos encaminando al hospital. Hoy, Claudia y Sofía hacen una mancuerna muy hermosa, nuestra hija está muy despierta, sana, sin ningún problema hasta el momento, balbucea mucho, se relaja bastante con la música a volumen alto, disfruta sus baños, tiene una mirada plena de encanto, llena de comunicación, de vida... No estoy diciendo que con una cesárea todo esto no sería así, pero sí es fue una gran lección para Claudia y para mi como papás, que no por primerizos somos estúpidos, tal vez eso sea una ventaja que la gran mayoría le cuesta ver por falta de albedrío, en fin, yo sé que falta poquito para que cambie al mundo.
-AlbEs-
Hace 12 años.
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