Acapulco.
A lo primero que me acostumbré al vivir ahí fue a ver esa ciudad llena de turistas en temporada. Y uno poco a poco se acostumbra a odiarlos, que si porque dejan sucias las playas, que si porque manejan como si estuvieran en autopista, que si quieren regatear hasta dos centavos. Luego de eso viene el ambiente nocturno, la variedad de lugares en los que se puede encontrar de todo un poco, siempre con ésta visión de que Aca es pura diversión tal cual lo pintaban en los festivales Acapulco en donde siempre había imágenes de gente hirviendo y gritando alguna canción. Para mi nunca fue tan divertido, el calor excesivo sí que mata a cualquier optimista, y para las navidades pues sólo abriendo el congelador se siente un poquito de ambiente decembrino. No quiero decir que no haya sido bueno nacer ahí, de hecho creo que tiene sus ventajas: uno desde muy chico se acostumbra a saber del “bajo mundo”, drogas, abuso, porno, sexo... Y de alguna manera se aprende a reconocer a millas de distancia cuando algo así existe. Disfruté mucho las albercas, los jugos tropicales y hasta el pescado con mayonesa, sólo que un día se me atoró una espina y hasta la fecha no como más que filete. Para mi siempre tuvo algo de tormentoso el ambiente acapulqueño, el ser tímida, introvertida o algo antisocial no ayuda mucho en las escuelas, en donde la mayoría de los grupos sociales se componen de extremos, por un lado la bolita de niñas fresas (con dinero o sin él, con físico o sin él) que solo esperan el fin de semana para irse a “Pall” o al Alebrije para ponerse brillantina en el cuerpo y ponerse blusitas asimétricas y faldas de olanes, ligarse al gringo o chilango en turno, vivir la experiencia de sus vidas cada 7 días. Y digo, tampoco es que yo haya sido rata de biblioteca o algo por el estilo, simplemente nunca encontré el sentido de vivir “a plenitud” la adolescencia de esa forma, la verdad es que aprendí a divertirme con los chavos fresones. En el otro extremo está la banda pesada, los lugareños que hablan cortáo, esa banda que vive en colonias alejadas y peligrosas en donde se mata a toda hora. La verdad es que gracias a vivir ahí es que me hice algo solitaria y sarcástica, así que hay mucho que agradecerle.
Guanajuato.
Obviamente un lugar más tranquilo, callado, con más historia y más años que Acapulco. Para mi, el clima es mucho mejor ya que al menos existe época de frío y de calor bien definidas. Aquí no existe el glamour de la ciudad nocturna (por más que lo intenten), más bien, siempre me dio la impresión como de romance de película de Pedro Infante, la plazuela, las mujeres sumisas con su coquetería pueblerina y su forma de vestir y maquillarse tan pretensiosas, los chavos dedicándose a conquistar, luchando por un futuro mejor para sus familias, viviendo en cuevas que ya mas bien son grutas, con lo mínimo para sobrevivir en la semana, con un presupuesto limitado pero siempre listos para cualquier fiestecita con sus respectivas aguas locas para ponerse bien ebrios. Allá todo es más chido, más rastas, más piercings, más falda sobre pantalón, y cigarro y cerveza en la mano mientras se canta alguna canción (mas bien: rola) en inglés. Sí, a estas alturas ya es obvio que tampoco fue el ambiente más propicio para mi, aunque debo decir que sirvió para liberarme un poco de la presión nocturna juvenil de conocer antros y tener un ligue por noche. Yo nunca había tomado café dos días seguidos y aquí lo hice... La verdad es que fue la ciudad ideal para comenzar a vivir sola, una ciudad muy pequeña en la que de plano no podía perderme, y conocer otro tipo de gente, con otro tono al hablar y otras formas de comer, pensar y vestir. A mi la noche siempre me ha gustado demasiado, tanto en Acapulco con los anuncios neón sobre la costera, los letreros de McDonalds, Disco Beach, One Dollar, como las luces del edificio de la Universidad de Guanajuato y el olor a los esquites del centro. Me parece que aquí viví mi etapa de madurez en lo social, superé algunos traumas del pasado y comprendí que hay que integrarse al grupo lo más básicamente posible. Creo que encontré mi equilibrio entre ser Daria Mörguen Durfer y algo un poco más fuerte emocionalmente. En Guanajuato me tocó vivir algunas crisis de todo tipo, amorosas, amistosas, económicas, creo que ya por eso vale la pena recordarla. Algo bueno que me dejó vivir ahí fue probar el frapuchino de sabores, el de caramelo, el de chocolate, en fin, y por supuesto me dejó a mi novio y a mi hija.
D.F.
Son 5 meses los que llevo aquí. Tanto que alguna vez dije que odiaría vivir aquí y sí, aquí estoy comiéndome mis palabras. Pero no fue ni es como lo imaginaba. Lo que odiaba era imaginarme luchando por salir del vagón del metro entre ese mar de gente y, ya afuera, darme cuenta de que me falta la bolsa o cualquier otra cosa. Y luego esa prisa en la cara de todos, la mirada preocupada en las paradas del camión, los choferes amargados, el smog. Pero bueno, he descubierto que el lugar tiene sus encantos, como por ejemplo, ese mundo de posibilidades y opciones. Cuestión de investigar y saber de lugares interesantes, cursos, psicoprofilaxis, cineteca, restaurantes (La Buena Tierra), zonas que tan solo de pisar ya te hacen sentir feliz (la Zona Rosa), el hecho de tener al alcance las oficinas de Contraanálisis y saber que cualquier miércoles o viernes podemos ir a las charlas gratuitas, en fin, sí ha sido toda una experiencia, no he vivido ningún asalto ni nada por el estilo, hace rato en un Oxxo tal vez un intento más que fallido de un tipo que creyó que yo era ciega como para ver que pretendía quitarme un billete de la mano pero hasta ahí. De por sí sufro paranoia y siempre en las calles más solas me gusta voltear muy seguido para ver si mi sombra ya se fue por otro lado o si de casualidad hay alguien siguiéndome. De lo que me sigo quejando es de las distancias: yo entendía por cerca cantidades como de 10 ó 15 minutos pero aquí “cerca” es como de 30 ó 40 minutos, y casi nada queda directo, así que si no hay carro, la mayoría de las veces hay transborde en metro o camión, y si hay carro tal vez haya manifestaciones, desvíos o tráfico inexplicable. La gente es, como en todos lados, variada. El clima, pues calor, frío, templado, de todo un poco. Creo que así se define bien esta ciudad, es como de opción múltiple. Me parece una buena oportunidad para ser novia y mamá aquí.
–Clau–
Hace 12 años.
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