(Eructar? Si mi niña no hace esas cosas!!! Ni babea ni tiene gases ni nada de eso que sólo los bebés de otros, no la nuestra...)
Pero no, definitivamente no se "pierde" algo cuando tenés un hijo (sé que es Maitena y contestar seriamente a un dibujo así es confundir lenguajes, sin embargo aprovecho la oportunidad para escribir al respecto), no perdés dinero, no perdés paciencia, no perdés juventud ni nada por el estilo. Decir que se gana es cursi. No, tampoco se gana. Lo que queda, entonces, es decir que se vive, ni mejor ni peor, se vive a través de la incomparable oportunidad de ser otro, se vive a través de esos ojos que ven todo por vez primera: sí, la inocencia; sí, la pureza; sí, la paternidad, pero nada como el conocimiento desde Él (o en mi caso, Ella), esa pielecita curveada hecha bolita cuando tiene gases (si pues, también tiene...).
El conocimiento del que hablo tiene que ver con la identidad, con el reino milenario del hombre (sigo creyendo que en ese llanto diario de mi hija hay un poco de ese reino), tiene que ver con los orígenes, con la naturaleza: mi hija se comunica con nosotros más allá de las palabras (confiamos tanto en ellas de adultos); intenta imitar nuestros movimientos con las manos, con la lengua, con los brazos; intenta decir "agua"; se queda observando a un punto fijo que no necesariamente es un punto físico, como los gatos, que quién sabe para dónde están viendo (ahí está la mirada pero no está la presencia) cuando se quedan viendo fijamente sin inmutarse; me da la impresión que desde siempre nos ha comprendido, que desde que su casa era el vientre de Claudia ha entendido muchas cosas, como los estados de ánimo, como estarse quieta cuando es necesario, como moverse en los momentos justos en los ultrasonidos, sin perder jamás su autonomía: ella más que mi hija es Ella, es Sofía, Sara Sofía.
Como todo bebé, sabe lo que tiene que hacer. Algo ahí hay de instinto, de historia genética, de arquetipos, de comunicación, de astrología, de conocimiento, de convivio de energías, qué sé yo, pero sobre todo, lo que hay es una identificación con la especie, un saberquéhacer a la vez innato que condicionado. El momento más mágico de todo hombre es sin duda a esa edad, cuando más perceptivo eres, cuando todo lo que hay es aprendizaje, exploración, conocimiento, ¿por qué a cierta edad perdemos esa forma de mirar?
Por eso no sé qué perdí con la llegada de mi hija. Tampoco gané. Lo que hay aquí es conciencia, es vida en su acepción más pura.
-AlbEs-
Hace 12 años.
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